Inteligencia cultural | FACEA UDEC

«Hace años existían empresas que podían calificarse como locales o regionales, asociadas a esa cultura local. Hoy se hace más frecuente una transculturalidad, a nivel nacional e internacional.»

En todos los ámbitos e interacciones de la vida cotidiana, la cultura juega un rol determinante, más aún si factores como una natural globalización, diversidad cultural, comercio internacional, inmigraciones, competencia a escala mundial y otros, resultan muy familiares en nuestras sociedades y en nuestras organizaciones en que la multiculturalidad pasa a ser un lugar común tanto para el acceso al mercado del empleo como en el mismo entorno laboral y social empresarial, que se conmociona con un constante y diverso flujo de relaciones con clientes, competidores, colegas, proveedores, empleados o compañeros y cuyas diferencias y/o similitudes culturales pueden expresarse en cualquier ámbito del trabajo.

Cuando una persona o un grupo de ellas es testigo de un evento regido por normas diferentes a las propias, su primera reacción es pensar que se trata de extraños, bárbaros, incultos e incluso inmorales. ¿Por qué? Porque, se quiera o no, el ser humano es intrínseca y culturalmente etnocéntrico y por lo tanto, para enfrentar esta situación multicultural, las organizaciones necesitan dirigentes sensibles a las diferencias, capaces de actuar, de reaccionar y de anticipar respuestas conforme a un conjunto de necesidades, deseos, mitos, creencias, ritos y costumbres diferentes.

También estos directivos deben, por un lado, manejar el choque cultural, las incomprensiones, la frustración y la confusión que se produce y por otra parte, buscar el enriquecimiento que proporciona la diversidad. Así, muchos entendidos, sostienen – y la práctica también lo ha demostrado – que los dirigentes o líderes que toman en cuenta el valor estratégico de la inteligencia cultural acceden a una superioridad competitiva en los mercados mundiales.

La inteligencia cultural, se podría entender como una aptitud para adaptarse en forma eficaz a diferentes culturas, nacionales, sociales, empresariales o profesionales. Implica la creación de una nueva forma de pensar, de la estructuración de un cuadro mental diferente con el fin de lograr una mejor comprensión, de la adquisición de conciencia de lo que pasa y que no pasa, de motivarse por reducir la brecha cultural entre el uno y los otros y pasar a actuar en forma apropiada. Si se observa en términos de competencias, tan de moda en nuestros tiempos, esta inteligencia implicaría conocer la cultura y los principios fundamentales que definen las interacciones interculturales (saber), tener conciencia y atender al nuevo entorno cultural (saber hacer) y generar comportamientos apropiados al nuevo entorno (saber ser).

Nuestro país no es ajeno a este fenómeno, al menos en el ámbito laboral. Hace algunos años existían empresas y organizaciones que podían calificarse como netamente locales o regionales y por ende culturalmente asociadas a esa cultura local que les era propia. Hoy se hace cada vez más frecuente una transculturalidad, no sólo a nivel nacional sino que también a nivel internacional, tanto por aspectos sociales, otros relacionados con la propiedad o por las ampliaciones de mercados y otras redes a nivel global, razones por las cuales, las organizaciones, han debido asumir en plenitud estos aspectos contando con personas, especialmente con líderes y dirigentes culturalmente inteligentes que traspasen las diferencias culturales y trabajen en pos de la integración de los diferentes sistemas de valores que se conjugan.

Carlos Baquedano Venegas, Facultad Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad de Concepción.

Columna opinión de El Sur, Viernes 14 de abril 2023