» ¿Queremos seguir proyectando esa sombra sobre nosotros o preferimos despejar el cielo para mirarnos de frente? Está en juego la posibilidad de reconocernos como parte de una misma comunidad.»
Hace un par de semanas, el cielo nos regaló un espectáculo tan fascinante como inquietante al mismo tiempo: un eclipse lunar o luna de sangre. Durante algunos minutos, la Tierra se interpuso entre el sol y la luna, proyectando su sombra sobre ella y tiñéndola de rojo.
La luna seguía allí, intacta, pero ya no reflejaba de la misma manera la luz del sol sobre nosotros. El que la luna y el sol estuvieran precisamente en las antípodas de nuestra posición hizo que la oscuridad de la noche tuviera un tono distinto. Éramos los mismos, pero ya no era solo un tema de día y noche, sino algo un poco más profundo.
La sociedad parece estar pasando por una etapa como ésta. La perspectiva que ofrecen las posturas -de oriente y occidente, de derechas e izquierdas, de religiones distintas- parecen alejarse como la luna y el sol en un eclipse lunar y nosotros, en el medio, sentimos que la noche es más profunda que de costumbre. La comunidad permanece, pero la percepción se nubla.
Y aunque la polarización no es nueva, en los últimos años se ha intensificado. Como ya no nos informamos desde fuentes comunes, sino que de aquellas que dicen lo que nos gusta escuchar o a través de redes sociales, en las que abundan las fake news, la perspectiva del sol y la luna tan alejados nos hace sentir desorientados.
Lo obvio sería hablar de política, pero ni cuestiones tan simples como las fiestas patrias o el fútbol se salvan: el bando de las empanadas sin pasas ha tomado fuerza versus el de quienes defienden la empanada con todo, y nos hemos acostumbrado a que los partidos de fútbol necesiten escolta policial casi al nivel de los funerales narco.
En época de campaña política, la economía no escapa a este fenómeno. Las discusiones sobre recortes fiscales, impuestos, crecimiento o empleo suelen presentarse como batallas ideológicas irreconciliables, cuando en realidad podrían ser espacios de encuentro para definir cómo construir bienestar común.
Gran parte del debate público podría resolverse aclarando las cuentas o simplemente poniendo las cifras en perspectiva. Sin embargo, los candidatos parecen lanzar números «al voleo» y sus seguidores los defienden como verdades reveladas sin detenerse a pensar si son razonables o no.
La lógica del «nosotros contra ellos» parece haber llegado para quedarse, pero cuando nos demos cuenta que, como en el eclipse, esa sombra no es ajena sino la que proyectamos nosotros mismos con nuestras palabras, actitudes y decisiones, podremos comenzar a dejar atrás ese reflejo teñido de rojo y volveremos a compartir un mismo cielo.
Por eso, la luna de sangre nos recuerda que las sombras son parte de la vida, pero también que no duran para siempre. La pregunta es si queremos seguir proyectando esa sombra sobre nosotros mismos o si preferimos despejar el cielo para mirarnos de frente, sin distorsiones. Porque, al final, lo que está en juego no es solo la claridad de nuestra mirada, sino la posibilidad de reconocernos como parte de una misma comunidad.
Necesitamos recuperar la confianza en lo colectivo: en la política como espacio de encuentro, en la economía como herramienta de bienestar compartido, en la cultura como puente y no como muro.
Dr. Claudio Parés Bengoechea, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción. Columna opinión de El Sur, viernes 26 de septiembre 2025 |
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