Prohibición de celulares en colegios: ¿Y en los trabajos? | FACEA UDEC

«Es común ver a una cajera revisando redes sociales mientras atiende, a un vendedor pendiente de sus mensajes mientras los clientes esperan ayuda, o a un operario de bodega respondiendo WhatsApp.»

En los últimos años se está instalando una tendencia mundial a limitar o prohibir el uso de celulares entre menores en los colegios, argumentando que afectan el desarrollo cognitivo y emocional, disminuyen la concentración y aumentan la ansiedad. Sin embargo, en el mundo del trabajo, donde también se requiere concentración, responsabilidad y seguridad, el debate parece ir varios pasos más atrás. ¿Por qué protegemos la atención de los estudiantes, pero toleramos la distracción permanente de los trabajadores?

En el día a día es común ver a una cajera revisando redes sociales mientras atiende, a un vendedor pendiente de sus mensajes mientras los clientes deambulan buscando ayuda, o a un operario de bodega respondiendo WhatsApp mientras manipula productos o equipos. Más grave aún, es habitual observar conductores hablando por celular o mirando el teléfono mientras manejan, aun sabiendo que un mínimo error puede terminar en un accidente con consecuencias fatales.

El impacto para las empresas no es menor. El uso indiscriminado del celular en la jornada laboral se traduce en errores, ineficiencias y mala calidad de servicio: boletas mal emitidas, inventarios mal digitados, tareas que se repiten por fallas, producción detenida por una operación mal ejecutada. Todo esto puede significar costos adicionales, pérdida de productividad, reclamos de clientes y daño reputacional. Cuando la distracción ocurre en puestos de responsabilidad y de alta concentración como líneas de producción, conducción de vehículos, manejo de maquinarias, el problema deja de ser solo económico y pasa a ser tema de seguridad laboral.

La legislación chilena ya reconoce el riesgo de la distracción por celular en al menos un ámbito: la conducción. La Ley 21.377, conocida como «Ley No Chat», modificó la Ley de Tránsito para prohibir la manipulación de celulares u otros dispositivos mientras se conduce, elevando las sanciones y considerando esta conducta como falta gravísima. Podríamos deducir que el teléfono interfiere con la atención, y esa distracción aumenta la probabilidad de accidentes. En el trabajo, el marco legal también entrega señales. El artículo 184 del Código del Trabajo establece que el empleador está obligado a tomar todas las medidas necesarias para proteger la vida y salud de los trabajadores, informando de los riesgos y manteniendo condiciones adecuadas de higiene y seguridad.

¿Significa esto que habría que prohibir el celular en todos los trabajos, de forma absoluta? Probablemente no. El teléfono también cumple funciones útiles: coordinación con clientes, acceso a aplicaciones laborales, comunicación en emergencias. Además, fiscalizar una prohibición total sería complejo y podría deteriorar el clima laboral. El debate no debería ser «celular sí o no», sino cómo, cuándo y dónde se usa. Por eso, más que solo prohibir, las organizaciones pueden avanzar en políticas claras de uso responsable del celular, diferenciando tipos de puestos y riesgos.

Al final, si estamos de acuerdo en que los escolares necesitan entornos que cuiden su atención y bienestar, también deberíamos preocuparnos por la atención, la seguridad y la salud mental de las personas adultas en sus trabajos. No se trata de demonizar la tecnología, sino de asumir que el celular, sin reglas claras, puede ser un factor silencioso de errores, accidentes e ineficiencia. La pregunta entonces no es solo si se puede prohibir su uso, sino si las empresas están dispuestas a gestionar este riesgo de manera responsable y coherente con la legislación vigente.

Hugo Moraga Flores, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción.

Columna opinión de El Sur, Viernes 12 de diciembre de 2025