«Mientras no se recupere la inversión en Chile no solo es difícil recuperar las tasas de crecimiento exhibido durante el periodo de abundancia económica, sino que también la posibilidad de un repunte significativo se ve limitado y lejano.»
Es importante que podamos reflexionar y analizar con mayor detenimiento la evolución de la inversión a lo largo del tiempo por el impacto que esta tiene en el crecimiento económico de nuestro país y en sus regiones.
Es necesario recordar que la evidencia internacional demuestra que en general aquellas economías que destinan una parte importante de su producto interno bruto (PIB) para ser invertido, esto es sobre el 26% del PIB, muestran mejoras sostenidas en las tasas de crecimiento del PIB y el PIB per cápita. La evidencia de Chile demuestra que durante el periodo entre 1990 y 1998 el PIB y el PIB per cápita creció a un promedio anual de 7%, y 5.5% respectivamente, más del doble el doble que su promedio histórico, y que ha sido coincidente con una razón inversión-PIB de sobre 29%, y también significativamente sobre su promedio histórico. La lógica detrás de este argumento es que la inversión no solo permite reemplazar la depreciación sufrida por la utilización del stock de capital, sino que también permite expandir este stock en términos de maquinarias, plantas, equipos, aumentando la capacidad instalada de una economía y así permitiéndole sostener en el tiempo altas tasas de expansión de la producción y el ingreso, traduciéndose en mejoras en el bienestar de la sociedad. Lamentablemente, desde el 2000 a la fecha la relación inversión-PIB no ha superado en promedio el 25% lo que a la vez ha sido coincidente con una tasa de crecimiento del PIB y PIB per cápita es sorprendentemente baja de tan solo 3% y 2% respectivamente. Esta falta de dinamismo se hace aún más evidente entre el 2014 y 2019 con un magro resultado donde la economía crece solo 1.9% y el per cápita 0.6%.
Es claro que mientras no se recupere la inversión en Chile no solo es difícil recuperar las tasas de crecimiento exhibido durante el periodo de abundancia económica, sino que también la posibilidad de un repunte significativo se ve limitado y lejano, más aún en este periodo recesivo que estamos teniendo desde el tercer trimestre del 2022 donde la inversión se ha visto afectada y seguramente será el caso durante el 2023.
A pesar de que los hechos ponen de manifiesto que el escenario internacional es relevante al explicar los buenos tiempos de Chile, también es cierto que la necesidad de alcanzar altas tasas de crecimiento de la inversión requiere de una serie de condiciones domésticas, especialmente en lo que concierne a las expectativas de mejoras en el entorno económico, bajas tasas de interés de largo plazo, estabilidad política, una carga tributaria eficiente que recaude y en especial reglas claras y transparentes. Es claro que una política pública inteligente junto a un entorno internacional más boyante, deberían permitirnos elevar las tasas de crecimiento del PIB en forma más sostenida y albergar la esperanza de reiniciar nuevamente la trayectoria a convertirnos en un país desarrollado en un plazo de tiempo razonable. Aun recuerdo con nostalgia el optimismo de los 90 con el retorno a la democracia donde esperábamos, dado el crecimiento boyante del PIB del 7%, duplicar el PIB en 10 años. Hoy considerando una tasa de crecimiento promedio de 3% lamentablemente nos vamos a tardar 23 años.
Es importante a la brevedad abordar este tema de política pública bajo un prisma de acuerdos y cooperación público-privado donde existen grandes oportunidades de inversión en sectores que tienen grandes potenciales de crecimiento tanto a nivel país como también en nuestra región. Eso nos sigue llenando de optimismo.
Dr. Iván E. Araya Gómez, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción. Columna opinión de El Sur, Viernes 19 de mayo de 2023 |
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