Escrito por Comunicaciones Facea
junio 11, 2022
Este semestre los investigadores se abocarán a materias como certificaciones internacionales y regulaciones y sus eventuales incidencias en los precios de los productos que Chile exporta
En el Centro Interdisciplinario para la Investigación Acuícola de la Universidad de Concepción (Incar) trabajan químicos, biólogos y economistas, como Leonardo Salazar y Manuel Estay de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UdeC.
Allí se trabaja en seis líneas de investigación y en una de ellas, la de Sustentabilidad Socioeconómica, es en la que Leonardo y Manuel participan. Esta línea posee varios objetivos, pero su eje central es analizar los impactos que la acuicultura ha tenido en las regiones donde están establecidos los centros de cultivo y las regulaciones de políticas, sus efectos en la salmonicultura, la mitilicultura (cultivo de choritos/mejillones) y en los mercados internacionales. Este último es campo de trabajo de Leonardo Salazar.
El investigador precisa que si bien el salmón es el principal recurso acuícola producido por Chile, el país no es el único productor e interactúa con otros oferentes. La especie que lidera la producción es el salmón Atlántico que va principalmente a Estados Unidos, como filete, y compite con productores como Noruega, Canadá y Reino Unido, donde este último lidera los precios y cuyos diferenciales se relacionan positivamente. “Esto es, si alguno de los oferentes aumenta o disminuye el precio, el resto sigue simultáneamente lo mismo, por eso se dice que los precios en esos mercados están determinados en conjunto y es un mercado que está integrado. Desde el punto de vista económico eso es esperable y era la hipótesis que se quería probar y efectivamente funciona de esa forma”, afirma Salazar.
La influencia chilena
Los choritos, aunque tienen un protagonismo menor que el salmón como producto de exportación, sí lo tiene en términos de precio, posicionando a Chile como un agente marcador en Europa, donde van estos envíos, principalmente a España, Francia e Italia, y en formato conserva.
Salazar sostiene que esta es la primera vez que se demuestra empíricamente que nuestro país tiene una influencia en los mercados internacionales en este segmento. “Se había hipotetizado que en Europa este cultivo estaba disminuyendo y sus precios estaban muy bajos, pero no se sabía por qué, pero ocurre que Chile ejerce una presión a la baja en el resto de los oferentes en el mercado europeo, al liderar los precios”, asegura.
Cabe destacar que los impactos de la acuicultura en el sur de Chile fueron estudiados previamente por el Ph.D en Economía, Jorge Dresdner, investigador líder de la línea de Sustentabilidad Socioeconómica, quien concluyó que la actividad significó un mejoramiento en la distribución del ingreso y una reducción de la pobreza.
Certificaciones y regulaciones
Pero el trabajo continúa y este semestre ambos investigadores se abocarán a materias como certificaciones internacionales y regulaciones y si éstas tienen realmente alguna incidencia en los precios a los cuales vende Chile sus productos.
“Uno esperaría que si los consumidores de otros países están informados, deberían preferir estos productos“, acota Salazar.
En esa línea, Manuel Estay precisa que, a diferencia de otras industrias, el espacio en la actividad acuícola es de la mayor relevancia en términos de las externalidades que genera.
Su trabajo empírico y teórico es analizar distintas alternativas de políticas regulatorias para ser implementadas en la acuicultura y mejorar el rendimiento económico, materias que ya plasmó en su publicación; “Entry, location and optimal environmental policy”, que describe el impacto de factores como el número de agentes, la localización y la producción que son endógenos. Es decir, examina la política ambiental en un contexto donde tanto la distribución geográfica de la contaminación como el número de agentes contaminantes afecta el resultado de la política.
Este es un tema no analizado dentro de la literatura, porque generalmente se asume que el espacio está dado. Estay explica que, por ejemplo, “en la industria tradicional la chimenea está en un lugar y aunque la contaminación que genera se disperse, el contaminante está fijo. Tampoco hay allí una variación en términos que el emisor puede dejar de contaminar en algún momento por una decisión que es propia”.
En el caso de la acuicultura, los agentes en sí tienen algún movimiento porque un centro puede funcionar un día y otro no, por lo tanto la contaminación que genera puede estar presente en un momento y después dejar de estar. Por otro lado, la misma contaminación o consumo de oxígeno que se da en el agua afecta a otros. “Cuando tengo un centro cerca, las condiciones ambientales de mi centro se ven afectadas e inciden en mi decisión de producción. Los centros se afectan espacialmente entre sí y esa interacción es algo que no ha sido estudiado”.
Políticas vigentes
En simultáneo, el académico trabaja en el análisis de distintas políticas que podrían tomarse y explica: “Se puede tomar una política espacial, donde divido el espacio e intento controlar a los acuicultores dentro de ese espacio, pero aun cuando se divida el espacio deja la decisión de cuándo producir a los productores y esa decisión en sí genera externalidades, porque si produce genera un impacto sobre el otro”.
La legislación actual considera que estos actores se pongan de acuerdo en cuánto producir y en este caso es porque la política asume que cuando uno produce afecta al otro, por lo tanto, tienen que incorporar dentro de sus decisiones esa afectación mutua, pero no hay evidencia de que eso sea correcto como tampoco el que la división en barrios sea buena cuando hay distintos agentes tomando decisiones. “Yo puedo tener en un mismo barrio a una empresa que le preocupa mucho su impacto ambiental y a otra que no, pero no sabemos si eso está bien o mal”, dice Estay.
Como el espacio es una parte importante de estas consideraciones y no hay estudios, lo que el investigador hace es analizar distintas alternativas de política ambiental desde el punto de vista teórico, generar un modelo y ver qué instrumentos funcionarían. Y también otros trabajos que son más prácticos como la estimación empírica de esos potenciales efectos.
Incentivos
Manuel Estay menciona que uno de los resultados preliminares y que incorpora todos estos elementos distintivos de la acuicultura es que básicamente, los incentivos hacen que las empresas produzcan mucho más de lo que debieran, para ser socialmente aceptables, “pero cuando tengo muchos centros produciendo, cada uno al afectarse a sí solo produce menos, porque tiene más externalidades. Esas consideraciones no están presentes en otros contextos ambientales que cuando tengo tres o cuatro individuos fijos en el espacio”, precisa.
Cerrar una planta que contamina es mucho más difícil que decirle a un centro acuícola que tiene que moverse a otro lugar y es por eso, a su juicio, es que estas alternativas de políticas que incorporan el espacio en la regulación no han sido tocadas y en el caso de la acuicultura son muy relevantes por la interacción que existe entre los agentes sobre los tres componentes que son el número de actores que operan, la contaminación y lo espacial que está unido a la contaminación y que es espacialmente diferenciada. “Las políticas de zonificación son eficientes, pero deben tener incorporados también una especie de estándar productivo, entre otras medidas”, concluye el académico e investigador de la Facea UdeC.
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