«Parece relevante para generar condiciones que generen certidumbre y contribuyan a recuperar la inversión y fomentar el crecimiento no extender el proceso constituyente en forma innecesaria.»
El país está viviendo un proceso constituyente, y éste último, sin duda, afecta la marcha de la economía. Ello porque una nueva constitución cambia las reglas básicas del juego que rigen la forma de relacionarnos, y por ende también afecta las relaciones económicas. En los medios de comunicación se habla mucho de la incertidumbre generada por esta situación política y su impacto sobre la marcha de la economía.
Sin embargo, existen actualmente múltiples razones para sentir incertidumbre, razones que van mucho más allá del proceso constituyente. Para nombrar sólo algunas: la pandemia del coronavirus, la situación política internacional que genera variabilidad en los distintos mercados, el incremento en la inflación mundial y doméstica, el bajo crecimiento económico y la sensación de inseguridad que perciben muchos ciudadanos.
Entonces, atribuir esta incertidumbre exclusivamente al proceso constituyente es claramente una exageración. Si bien este proceso puede contribuir a la incertidumbre general, ésta no se va a acabar porque se resuelva el tema constitucional. En el mejor de los casos puede disminuir en algo.
Sin perjuicio de ello, es interesante preguntarse qué es lo que hace que la discusión constituyente genere incertidumbre económica. ¿Es la falta de claridad sobre cuál va a ser la nueva constitución o son los cambios que la nueva constitución va a traer para el país? Por supuesto, puede ser una mezcla de ambas, pero ¿cuál de estas opciones es más gravitante?
Un simple análisis comparado de distintas constituciones en el mundo, permite sugerir que no existe nada tan radical que se introduce en la propuesta de nueva constitución que vaya impedir que el país funcione. Sin duda, se proponen cambios en relación con la actual constitución, pero la gran mayoría de estos, sino todos, se encuentran ya consagrados en las constituciones de otros países, que parecen funcionar sin mayores inconvenientes.
Por ello, parece más razonable pensar que lo que más gravita es la falta de claridad sobre cuáles van a ser las reglas, más que las reglas mismas que se proponen. Por supuesto un marco constituyente nuevo va a significar que va a haber un período de acostumbramiento y seguramente revisiones de la propuesta original durante la transición.
Además, el proceso de adaptación puede ser extendido. Pero una vez que el marco esté fijado, las personas se van a acostumbrar a manejarse en este marco. Esto no es nada nuevo y se puede observar en la vida cotidiana, por ejemplo, con las personas que cambian de país de residencia y enfrentan nuevos marcos normativos. O con los inversionistas que realizan operaciones financieras en distintos países.
Pero, al no tener claridad sobre las reglas del juego, se torna muy difícil tomar decisiones económicas, especialmente aquellas que tienen un carácter inminentemente temporal, como las decisiones de inversión y de ahorro.
Por ello, parece sumamente relevante para generar condiciones que generen certidumbre y contribuyan a recuperar la inversión y fomentar el crecimiento económico no extender el proceso constituyente en forma innecesaria.
Dr. Jorge Dresdner C, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción,- |
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