«Ideas de qué es lo que hay que hacer existen. Es una gran labor de construcción paulatina y prolongada de una arquitectura social que permita enfrentar de mejor forma los siniestros.»
La zona centro-sur del país ha sido asolada por incendios forestales durante el presente mes de febrero. Estos han tenido enormes consecuencias negativas en términos de vidas humanas, animales, cultivos, bienes y propiedades.
También ha habido un gran impacto sobre la forma de vida, la salud mental y las relaciones de las personas en las zonas afectadas. Los incendios forestales ocurren todos los años en verano, pero la intensidad y extensión del fenómeno este año ha sido especialmente considerable. Las razones que se entregan en la discusión pública para ello van desde los efectos del cambio climático, pasando por las condiciones naturales (topografía, masa vegetal, vientos, temperatura, humedad), hasta la intencionalidad de personas o grupos de personas desquiciadas.
La proyección más probable es que es un fenómeno que se seguirá repitiendo en el futuro, eventualmente la intensidad puede aumentar, y la localización geográfica de su ocurrencia es difícil de determinar. Básicamente se trata de lo que las empresas de seguros privadas califican como un riesgo no asegurable, por la dificultad para calcular con exactitud su probabilidad de ocurrencia. Y, como ha quedado en evidencia durante este verano, es un riesgo al que todos y todas estamos expuestos.
Dado su carácter persistente, la pregunta básica es qué se puede hacer para prevenir su ocurrencia, y reducir su impacto sobre la población y sus posesiones. Algunas propuestas que han surgido en el debate público para robustecer la gestión ante emergencias forestales sugieren mejorar la gobernanza generando estructuras que coordinen mejor a los distintos actores que están involucrados en esta gestión (gobiernos central y regionales, alcaldes y equipos municipales, empresas privadas y sector público, red de prevención y organización comunitaria), revisar la planificación y el ordenamiento territorial para reducir la potencialidad de propagación de incendios, incrementar la capacidad de respuesta para controlar los incendios, y aumentar las capacidades de vigilancia y de sanción a los potenciales responsables de iniciarlos.
A estas ideas se le pueden agregar otras como son el diseño de un sistema de seguros con apoyo estatal para asegurar al menos parte de los bienes siniestrados, campañas de instrucción a la ciudadanía de cómo reducir el riesgo de iniciar incendios y cómo actuar en presencia de ellos, dirigir recursos a investigación aplicada para prevenir y combatir incendios.
Ideas de qué es lo que hay que hacer existen. Vistas en conjunto se trata, sin embargo, de una gran labor de construcción paulatina y prolongada de una arquitectura social que permita enfrentar de mejor forma los siniestros. Su construcción va a requerir coordinación y colaboración de muchas y distintas voluntades. No parece factible que este cambio requerido se genere en forma natural por exclusiva iniciativa privada. Se trata de canalizar esta preocupación y generar un espacio donde la sociedad en su conjunto pueda contribuir con ideas, basadas en conocimiento fundamentado y evidencia científica, que permita diseñar una estrategia suprarregional para enfrentar el desafío de los presentes y futuros incendios. Y por supuesto, aquí se requieren liderazgos políticos y técnicos que estén a la altura de las circunstancias.
Dr. Jorge Dresdner C, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción. Columna opinión de El Sur, Viernes 24 de febrero de 2023 |
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