Incentivos: ¿Brújulas o trampas? | FACEA UDEC

«Los incentivos son esenciales en todos los ámbitos, desde el empresarial hasta las políticas públicas y la inteligencia artificial, pero son medios para un fin, no fines en sí mismos.»

En el tempestuoso mar de la gestión empresarial, los incentivos son como brújulas que, en teoría, deberían guiarnos hacia el éxito. Sin embargo, a menudo nos encontramos con aguas agitadas que nos desvían del camino. ¿Por qué?

Empecemos por el «multitasking», una realidad omnipresente en el mundo laboral actual. Ya no estamos en la era de la producción en serie de Henry Ford, donde las tareas eran simples y repetitivas, y se evaluaban mediante indicadores básicos como la cantidad producida. Ahora, los trabajadores tienen múltiples responsabilidades, y los incentivos que ayer funcionaban hoy pueden resultar contraproducentes.

Imaginemos, por ejemplo, al dependiente de una tienda de ropa incentivado únicamente por las ventas. ¿Qué podemos esperar que ocurra? Pues que probablemente desatienda otras tareas también importantes, como la atención al cliente o la organización de la tienda. De igual manera, en el ámbito académico, un profesor incentivado únicamente por la cantidad de publicaciones podría descuidar la calidad de su investigación o su tiempo de enseñanza.

Este es el problema que el economista Charles Goodhart denominó «indicator targeting»: Cuando una variable se convierte en el objetivo, deja de ser una medida confiable del desempeño. Esto no solo desvía los esfuerzos de las actividades no-remuneradas a las remuneradas, sino que también nos lleva a elegir indicadores fáciles de medir pero poco representativos. Por ejemplo, una empresa tecnológica podría utilizar la cantidad de líneas de código como medida de la productividad de sus desarrolladores, y ciertamente este indicador es fácil de cuantificar, pero difícilmente refleje la calidad y la innovación del código.

Los problemas con los incentivos no se limitan al ámbito empresarial y abarcan desde las decisiones gubernamentales hasta las familiares. Por ejemplo, es famoso el «efecto cobra» en la India colonial. El gobierno ofreció dinero por cada cabeza de cobra entregada, con el fin de controlar su proliferación. ¿El resultado? La población comenzó a criar serpientes como ganado para cobrar la recompensa, y cuando el gobierno eliminó los pagos, la gente liberó las serpientes, que superaron la cantidad original.

También en los hogares los incentivos juegan un papel crucial. Por ejemplo, si un padre paga a su hijo por realizar tareas domésticas, como lavar los platos, el niño puede descuidar otras responsabilidades importantes, como mantener el orden en su habitación.

E incluso en ámbitos inesperados, como la inteligencia artificial, la elección de indicadores adecuados es vital. Por ejemplo, el problema del «coleccionista de sellos postales» puede devenir en un escenario de ciencia-ficción si se le asigna a la IA un objetivo tan sencillo como «obtén la mayor cantidad de sellos postales posibles» y ésta termina controlando todos los recursos mundiales con el absurdo objetivo de adquirir más y más estampillas.

En resumen, los incentivos son esenciales en todos los ámbitos, desde el empresarial hasta las políticas públicas y la inteligencia artificial. Los líderes deben ser conscientes de los riesgos y desafíos asociados, y reconocer que los indicadores son herramientas que deben usarse con discernimiento. Son medios para un fin, no fines en sí mismos.

 

Dr. Miguel Sanchez Villalba, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción.

Columna opinión de El Sur, Viernes 19 de abril de 2024