«El dilema para el Banco Central es frenar el gasto, para neutralizar las presiones inflacionarias, vía aumentos en la tasa de interés, pero esto también golpeará la inversión y el crecimiento de la economía».
En medio de la crisis institucional que afecta a nuestro país, agudizada por la pérdida de confianza y credibilidad que afecta a las principales instituciones, el Banco Central se ha constituido en un verdadero baluarte de la política monetaria y su funcionamiento, destacando su rol técnico, profesionalismo y transparencia, cuyo principal objetivo e «velar por la estabilidad de la moneda y el normal funcionamiento de los pagos internos y externos».
El cumplimiento a cabalidad de sus funciones se centró en una política monetaria basada en un marco de metas de inflación bajo régimen cambiario flexible, proyectándose un 3% en un horizonte de 2 años, lográndose durante dos décadas, una inflación bajo control, constituyéndose en una señal para la estabilidad económica del país, y un ambiente de certidumbre para las inversiones. Esto porque, cuando se descontrola, se convierte en una «impuesto regresivo», que golpea fuertemente el poder adquisitivo y el costo de la vida de las personas.
Estos logros se conjugan con un eficiente manejo fiscal, que permitió en algunos años superávit en las finanzas pública, que se explican por la coordinación de ambas políticas, aprovechando las holguras debido a los bajos niveles de inflación, que permitieron bajar la tasa de interés a niveles inusitados, lo que dio lugar a aumentos de la demanda interna en consumo e inversión sin que comprometieran la meta de inflación. Pero esta bonanza que vivió el país se vio afectada a partir del 2020, por factores externos e internos.
En lo externo, la pandemia de covid-y las medidas sanitarias que afecta al mundo, generan disrupciones en las cadenas, productivas y de distribución, provocando un shock de oferta y presiones inflacionarias a nivel mundial. Sumado a ello, la invasión de Rusia a Ucrania, que ha impactado el precio de los alimentos y de la energía y en ambos casos, presiones sobre los costos con aumentos en el precio de dólar, mientras el dilema para el Banco Central ha sido encontrar fórmulas que permitan mitigar estos efectos.
En el plano interno, el gasto ha sido la principal causa de la de inflación, que fuera financiado con los retiros de fondo de pensiones por casi US$ 51.000 millones y por un gasto en estímulo fiscal de US$ 27,5 mil millones, durante el año 2021, produciendo un exceso de liquidez y una inflación de 7,2%. Para el 2022, estimaciones de las autoridades dan cuenta de una fuerte contracción del crecimiento, que lo sitúan en un nivel inferior al 1,0%, y una inversión que decrecerá en 3,8%. Ante esto, probablemente el gasto del gobierno se vea presionado en asumir un rol más activo, debido a las promesas de campaña y expectativas de la gente. Ejemplo, condonación del CAE por US$ 8.000 millones. ¿Quién financiará esto, si las presiones sociales se desbordan? En economía nada es gratis, las promesas y populismo termina finalmente pasando la cuenta, y quienes finalmente terminan pagando la factura, son todas las personas.
El dilema para el BC es frenar el gasto, para neutralizar las presiones inflacionarias, vía aumentos en la tasa de interés, pero esto también golpeará la inversión y el crecimiento de la economía. Entonces, el dilema será, privilegiar sólo su objetivo por la meta inflacionaria, o tratar de coordinar una TPM o algún otro instrumento de política monetaria que se conjugue con la política fiscal de modo de evitar el impacto negativo de la tasa de interés en la inversión y el crecimiento económico del país.
Víctor Hernández Roldán, Facultad Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad de Concepción,- |
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