«La Otan, EE. UU. y sus aliados, optaron por una modalidad estratégica de guerra económica-financiera, complementada por el uso de la cibernética y redes sociales. Su objetivo es el aislamiento económico».
Cuando el mundo está viendo las dramáticas escenas de terror o desolación que nos muestra la TV de la invasión rusa a Ucrania, mucha gente se pregunta, por qué los líderes de los grandes países desarrollados, como EE UU., Europa o Asia, no han actuado directamente para poner término al genocidio que se está produciendo en Ucrania. La respuesta no es simple, ya que el presidente ruso, posee una personalidad que le puede llevar a tomar decisiones extremas sin importarle las consecuencias, que podrían terminar con una tercera guerra mundial. Ante tal peligro la Otan, EE. UU. y sus aliados, han optado por una modalidad estratégica de guerra mediática y económica-financiera, complementada por el uso de la cibernética y las redes sociales. Su objetivo es el aislamiento económico, como arma para producir un daño importante en los flujos financieros y en las cadenas de producción y abastecimiento. Una guerra sin una economía fuerte que la respalde no es sostenible. Las sanciones económicas financieras que se han venido adoptando, apuntan a limitar a Rusia, de los recursos que necesita para mantener su economía en funcionamiento y, simultáneamente, verse obligado a financiar el conflicto armado, de tal forma de asfixiar financieramente al agresor. Los efectos de estas sanciones internacionales, ya se han hecho sentir en Rusia, afectando la integridad económica, la imagen internacional y su política interna, porque gran parte de su crecimiento económico, responde a la globalización al sistema financieros internacional del cual forma parte, y obligado a respetarlas reglas de una economía de mercado con libre movilidad de capitales.
Esto explica por qué las sanciones de occidente, y su focalización en los intereses rusos, se han concentrado en su sistema financiero, teniendo en cuenta su relación e integración con esta globalización. Sanciones que aumentan en intensidad conforme al desarrollo de los acontecimientos, pero que también están golpeando fuerte los intereses económicos de Rusia, como el cierre al sistema financiero internacional, que les impide hacer o recibir transferencias, cobrar exportaciones o pagar importaciones con el sistema swift Limitación de acceso a los bancos rusos a, créditos internacionales, provocando una depreciación del rublo de 30%. Presión a las empresas rusas en los mercados bursátiles internacionales. Paralización de los activos del Banco de Rusia y de bancos públicos y privados. Prohibición de movilidad a las aerolíneas rusas. Y la reciente prohibición establecida por EE.UU. para la compra de petróleo y gas, seguida de la salida de empresas occidentales desde Rusia, que incidirán en desempleos. Pero, la economía chilena no ha estado exenta de los efectos del shock geopolítico que afecta al mundo en general. Así, estamos presenciando caídas en los mercados bursátiles, aumentos en el precio de las materias primas como el petróleo, hierro, cobre, que se suman a aumentos de producto agrícolas, impactando los costos de producción, generando presiones inflacionarias con proyecciones de crecimiento a la baja. Por tanto, el shock negativa de oferta refuerza mayores presiones inflacionarias, que a diferencia de lo que veníamos observando, ya no tienen el mayor impacto de demanda por los altos niveles de gasto en consumo por la liquidez que respondía a los retiros de fondos de pensiones y las ayudas del gobierno. El dilema hoy son las presiones inflacionarias de costos, que comienzan a golpear nuestra actividad económica afectando la inversión y el crecimiento.
Víctor Hernández Roldán, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción,- |
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