«El mecanismo de estabilización de precios de los combustibles evitó durante tanto tiempo las alzas en su precio que agotó las reservas del fondo destinado a ese fin. Es decir, los mantuvo artificialmente bajos».
En su canción de 1994, Joan Manuel Serrat besaba cada billete que enviaba a su amada para que, en cada uno se juntaran sus besos de amor con sus besos de alegría. Y, aunque en una medida mucho menos romántica, esto pasa cada vez que realizamos algún intercambio. Quien entrega dinero a cambio de algo, lo hace porque valora ese algo más que el dinero que entrega por él y, quien lo recibe, lo hace porque valora más el dinero que el algo en cuestión.
Es esa interacción la que define los precios de las cosas. Si la gente valora más los bienes o se hace más costoso producirlos, es natural que el resultado sea un precio más alto. Entonces, un alza en los precios es un mensaje: algo está pasando con el valor o el costo de las cosas.
Lo contrario debería pasar si disminuye la valoración o los costos de algo: el precio debería bajar, pero es raro observar algo así en la realidad. Los precios no suelen bajar. Entonces, lo que observamos es que es el precio relativo de los bienes el que disminuye, es decir, suben todos los demás y el precio en cuestión se mantiene constante.
Hoy quiero referirme a dos precios en particular. El primero es el precio del trabajo y el segundo, el de los combustibles. Cuando hablo del salario, no puedo evitar recordar una frase cómica de Les Luthiers en la que un personaje, encarnado por Daniel Rabinovich, dice «es que dijeron que me pagarían de acuerdo con mis capacidades… y con esa porquería no me alcanza para nada». Y es que la frase refleja cómo el salario efectivamente responde a la lógica de un precio: el empleador paga un salario porque valora el aporte del trabajador y el trabajador recibe ese salario porque compensa el sacrificio que realiza.
Y, aunque ocurren muchas injusticias y a todos nos gustaría que nos pagaran de acuerdo con nuestras necesidades más que de acuerdo con nuestras capacidades, la solución en la que todos ganamos es cuando apuntamos al valor generado, es decir, a las capacidades en lugar de apuntar al salario en sí mismo. Es importante apuntar a una sociedad más justa, pero la única forma de hacerlo de manera sostenible es apuntar al fondo, al valor y a la productividad que genera nuestro esfuerzo cotidiano.
En el caso de los combustibles pasa algo similar. El mecanismo de estabilización de precios evitó durante tanto tiempo las alzas en su precio que agotó las reservas del fondo destinado a ese fin. Es decir, que el mecanismo de estabilización mantuvo artificialmente bajo el precio de los combustibles durante demasiado tiempo. Y, aunque todos nos sentimos aliviados por esto, terminamos por evitar enfrentar el problema de fondo: necesitamos asumir que los combustibles fósiles tienen un costo relativamente alto y que necesitamos avanzar en el uso de otras fuentes de energía.
Chile ha avanzado mucho en la renovación de su matriz, pero sigue anclado a sistemas de transporte que dependen del petróleo y de ciudades que funcionan en torno al automóvil. Si seguimos tergiversando los mensajes del mercado y discutiendo en torno a los precios de los combustibles en lugar de hablar de la solución definitiva respecto del uso de la energía y nuestros modos de transporte, no podremos avanzar.
Los precios nos envían mensajes. A veces podemos reinterpretarlos a nuestra pinta. Sin embargo, lo que no podemos hacer es ignorarlos.
Claudio Parés Bengoechea, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción,- |
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