No todo lo que brilla es medalla de oro | FACEA UDEC

Hay que reflexionar que hubo cosas que salieron mal y fueron bochornosas, para tomar conciencia de que una adecuada gestión no es sólo «cosa de empresas», sino de toda organización.

Mucho se ha hablado sobre lo emotivo de los Juegos Panamericanos, lo contagiada que estuvo la gente con el espíritu deportivo, el orgullo que despertó la participación del Team Chile, el profundo sentido de superación de los participantes, destacando por su empuje, perseverancia y esfuerzo, e incluso la sorpresa que dio Fiu, el ave de siete colores convertida en mascota oficial del certamen, que batió record de ventas y que tendrá una edición limitada en versión navideña.

Suerte que hubo tanto que resaltar de este gran evento deportivo, así el acento no estuvo en lo que no resultó, por tanto los medios de comunicación no nos bombardearon con lastimosas notas que disminuyeran más aun nuestra esperanza de acumular medallas.

No es pesimismo, pero parece importante no pasar esto por alto, y detenerse a reflexionar que hubo cosas que sí salieron mal y fueron bochornosas. ¿Para qué? Para tomar conciencia de que una adecuada gestión no es sólo «cosa de empresas», sino de toda organización, proyecto o iniciativa que busque ser exitosa y ser recordada como «impecable», no como un evento con anécdotas para el olvido.

La prueba de marcha que invalidó las marcas clasificatorias a París porque alguien no fue certero al medir los recorridos dejando al circuito con tres kilómetros menos de lo que debía; o la tarde en que la organización se vio obligada a suspender la semifinal de una disciplina debido a goteras en el techo del gimnasio, o qué decir de nuestra selección femenina de futbol que llega a disputar el oro panamericano sin una integrante clave: sin arquera oficial. ¡Impresentable! ¿No eran evitables todas estas negligencias? Porque eso son, negligencias, no las disfracemos de errores.

Cualquiera de estos hechos es (y fue) definitivamente vergonzoso, como si una empresa quedase con un cargo vacío por no preveer la jubilación de su ocupante, o que ante la ausencia de un alto directivo decida reemplazarlo por un trabajador sin experiencia ya que no hay tiempo de reclutar a alguien con las competencias requeridas. No porque se trate de una instancia deportiva en que la mayoría de las personas están pendientes principalmente del conteo de las medallas, es menos importante ser prolijo y riguroso.

Más que encontrar al culpable de cada error, debemos entender que hacer las cosas bien siempre debe ser el foco, sea cual sea la vereda donde estemos, el cargo que ocupemos o a que nos dediquemos.

Hoy se sacan cuentas alegres gracias al logro de más de 1.4 millones de asistentes, o a la recaudación por entradas que hasta el momento es de 10 millones de dólares según indica la organización (esperemos haya hecho bien el cálculo), pero lamentablemente las malas experiencias y las implicancias que esto tuvo en los afectados, no se borran y están lejos de constituir un fomento al deporte.

El desarrollo de este evento involucró más de 700 millones de dólares, gran parte de ellos queda instalada en recintos e implementación deportiva para la alta competencia e interesa que esto se administre bien y no que por «pequeños errores» se pierda, se inutilice o definitivamente se destruya. Santiago 2023 tiene una casi inmediata oportunidad de demostrar que de los errores se aprende, ojalá a partir del próximo viernes 17 nos sorprenda con unos impecables Juegos Parapanamericanos.

 

Michelle Tobar Ramírez, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción.

Columna opinión de El Sur, viernes 10 de noviembre 2023