¿Qué esperar para 2024? | FACEA UDEC

«Hay algo más profundo que no arranca. Nuestro potencial de crecimiento bajó de manera preocupante en las últimas décadas y eso tiene que ver con niveles de inversión que no despegan.»

Las cifras macroeconómicas de cierre de 2023 abrieron una luz de esperanza. Aunque el cotidiano a veces nos arrastra a notar más bien los problemas asociados a las crisis, ya el ranking hecho por The Economist y que nos ubicó en el Top Ten de las economías OCDE con mejor desempeño nos daba un aviso de que hay oportunidades en el horizonte.

Y es que, a pesar de todo, la inflación del año pasado terminó por debajo del 4% – meta que parecía increíble hace tan solo unos meses – y nuestras tasas de crecimiento y desempleo, aunque siguen en el rango de lo mediocre, se han mantenido dentro de lo que podríamos considerar razonable. Si a eso sumamos salarios reales en alza, el panorama es más bien positivo.

Esto ha tenido que ver mucho con una desaceleración en el ritmo del gasto fiscal y una política monetaria que ha sabido mover la tasa de política monetaria en los momentos adecuados. Es decir, Chile está «macroeconómicamente bien», lo que demuestra que nuestro diseño institucional y las autoridades que las manejan han hecho un trabajo correcto.

El problema radica en que, aunque el manejo institucional parece responder de manera adecuada, hay algo más profundo que no arranca. Nuestro potencial de crecimiento bajó de manera preocupante en las últimas décadas y eso tiene que ver con niveles de inversión que no despegan.

Aunque tiene mucho que ver con cuestiones burocráticas – la llamada «permisología» – y las exigencias que el cambio de siglo ha traído en material social y ambiental, también tiene que ver con una forma de mirar el futuro.

La región del Biobío nos sirve de ejemplo de esto. Y es que nuestra región retomó en el último par de años esa vieja costumbre de anticipar el desempeño económico nacional. Al tener una estructura industrial distinta y depender del sector forestal más que del sector minero, nuestro devenir sigue una corriente distinta de la que sigue el país. Sin embargo, es una región que no ha visto materializarse inversiones productivas relevantes en el último tiempo y eso ha conspirado en contra de nuestro ritmo de crecimiento. Nuestro crecimiento potencial está igual de estancado que el del país, muy por debajo de las tasas que vimos a principios de este siglo, con lo que es muy difícil aspirar a mejores tasas de empleo y condiciones de vida en el mediano plazo.

El único camino es recuperar la confianza en las instituciones y en la sociedad. Aunque sufrimos (y seguiremos sufriendo) con escándalos de corrupción y delincuencia, es importante entender que hay cuestiones positivas que rescatar. Necesitamos fomentar alianzas público-privadas que abran paso a nuevas y buenas inversiones, aislando a quienes hacen las cosas mal o derechamente delinquen en lugar de meter a todos en el mismo saco porque es, en parte, eso lo que nos mantiene paralizados, incluso económicamente.

Empezamos 2024 con optimismo, pero con grandes desafíos. No podemos esperar tasas de crecimiento demasiado elevadas ni algún «milagro» económico que reduzca el desempleo ni suba los salarios reales drásticamente porque la tarea que nos queda por delante es de mediano-largo plazo. Debemos recuperar la confianza y, sobre todo, recuperar el ritmo de inversión. Mientras eso no pase, seguiremos viendo cifras macroeconómicas mediocres y tendremos la sensación de que «todo está mal». Si no recuperamos la confianza, esa profecía autocumplida seguirá persiguiéndonos.

Dr. Claudio Parés Bengoechea, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción.

Columna opinión de El Sur, viernes 12 de enero 2024