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«La competencia desleal desde el extranjero es una realidad desde hace demasiado tiempo como para que la empresa no haya desarrollado una estrategia propia que permita enfrentarla.»

Las últimas semanas han estado plagadas de noticias en las que los involucrados evitan asumir la responsabilidad de sus actos o decisiones. Desde políticos que reclaman persecuciones políticas (cuestión demasiado habitual como para ahondar en ella hoy) hasta empresas e industrias privadas que entienden que, debido a su importancia, deben ser protegidas por la sociedad.

 

Desde la pesca artesanal hasta la industria siderúrgica en nuestra región, observamos que, quienes realizan esas actividades esperan un trato especial por parte de la sociedad. Y es cierto: cumplen y han cumplido un rol social muy importante, pero parte de la responsabilidad social de las empresas es entender su rol como aporte a la sociedad y no solo como sujeto de beneficencia.

 

Más allá del «renuncio» de los políticos de izquierda, que defienden la no intervención estatal ante un problema privado y el «renuncio» de los de derecha que piden justamente lo contrario, el tema pasa por asumir responsabilidades.

 

Es innegable el aporte no solo económico sino también cultural, social y hasta deportivo de Huachipato, pero cuando una empresa tiene más de setenta años de historia podemos asumir que ya es una empresa «de pantalón largo». Aunque es algo anticuado el concepto, el pantalón largo identificaba el abandono de la niñez para entrar en la vida adulta, es decir, la etapa en la que somos responsables de nuestras decisiones y actos. Así como los niños deben ser protegidos y enseñados para valerse por sus propios medios en la etapa adulta, Huachipato fue acompañada por el Estado en sus inicios, pero hace mucho tiempo que debería ser capaz de sostenerse por sus propios medios.

 

La competencia desleal desde el extranjero es una realidad desde hace demasiado tiempo como para que la empresa no haya desarrollado una estrategia propia que permita enfrentarla. Mantener un precio artificialmente alto del acero puede salvar a la compañía, pero será a costa de toda una cadena productiva que encarecerá la vida de los chilenos.

 

Porque la responsabilidad social de una empresa no consiste solo en ayudar a las juntas de vecinos, construir multicanchas o auspiciar maratones. La responsabilidad social parte por hacer de la empresa un aporte permanente y sostenible para la comunidad, partiendo por sus trabajadores. Huachipato ha cumplido siempre con sus trabajadores y la comunidad, pero olvidó lo fundamental: que su operación sea un aporte sostenible al país. Entonces, los responsables de la crisis no son ni los trabajadores, ni del gobierno ni la comisión experta que fijó una salvaguarda «muy baja».

 

La responsabilidad es de una empresa que no ha sabido asumir que su rol es ser competitiva produciendo el mejor acero al menor costo posible (algo que se enseña en cualquier curso básico de Economía), en lugar de apelar al cariño de una sociedad que, como padre condescendiente, está dispuesta a cubrir nuevamente la irresponsabilidad de su regalón.

 

Es un costo que, al parecer, estamos dispuestos a asumir como sociedad, pero debería estar sujeto a que la empresa y sus directivos cumplan con sus responsabilidades.

Dr. Claudio Parés Bengoechea, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción.

Columna opinión de El Sur, viernes 05 de abril 2024