«Esta dinámica de alzas en los precios y costos debería presionar al alza la inflación de corto plazo y con ello negativamente los bolsillos de los chilenos y su poder adquisitivo.»
En las últimas cuatro semanas no solo hemos sido testigos por los medios de comunicación de los horrores de la guerra entre Rusia y Ucrania, en términos de la pérdida de vidas humanas, la destrucción de sus ciudades y la crisis migratoria que se vive en esa latitudes, sino que también ya empezamos a vivir los impactos económicos en los países desarrollados y en vías de desarrollo, por las significativas alzas de los precios del petróleo, del gas, del maíz y los cereales. Ambas naciones involucradas son importante productoras y exportadoras de esos productos. Chile, una economía pequeña y abierta al mundo y con alto grado de dependencia e importador de combustibles y granos no quedará exento de esos impactos.
La evolución de los precios del petróleo a la fecha ha sido sin precedentes y ni siquiera comparable con otros episodios como los shocks petroleros de 1973-1974 y 1979-1980 donde los precios se cuadriplicaron y triplicaron y durante la guerra del Golfo Pérsico de 1990-1991, donde el precio llegó a alcanzar los 37 dólares el barril. En efecto, el precio del barril de petróleo entre marzo del año pasado a la fecha de hoy se ha duplicado llegando esta semana a casi 120 dólares el barril. Esta alza de precios ocurre en un contexto inflacionario mundial y nacional que no observábamos desde la década del 70, producto del impacto de las medidas de expansión de la demanda (gasto) y una contracción de la capacidad instalada de producción durante la pandemia del covid 19. La inflación en Chile para el año 2021 medido por el Índice de Precios al Cconsumidor (IPC) cerró en diciembre con un alza acumulada de 7,2%, lejos de su meta del 3% lograda en los últimos casi veinte años.
Es indudable que los efectos de estos nuevos shocks proveniente de las alzas del petróleo y las bencinas impactara en forma importante y directa a varios rubros especialmente el transporte, la calefacción y en forma indirecta los costos de otros productos y artículos que son sensibles a los costos de la energía y el transporte. Esta dinámica de alzas en los precios y costos deberían presionar al alza la inflación de corto plazo y con ello negativamente los bolsillos de los chilenos y su poder adquisitivo. La aprobación abrumadora por parte de la Cámara de Diputados de duplicar los recursos del Mecanismo de Estabilización del Precio del Combustible (Mepco) permitirá «suavizar» las futuras alzas de las bencinas en lo inmediato. Sin embargo, debemos recordar que este mecanismo estabiliza el precio del combustible de uso vehicular pero no las alzas de la parafina y el gas que tiene su impacto directo en los hogares especialmente ahora que si inicia la temporada de otoño-invierno y donde el Fondo de Estabilización de Precios del Petróleo (Fepp) mitiga esas alzas. Es muy posible que de extenderse en el tiempo el conflicto en Europa del Este y/o su escalamiento necesitará nuevamente complementar con más recursos estos mecanismos o en su defecto reducir el impuesto específico a los combustibles.
La autoridad económica enfrenta el desafío de contener las presiones inflacionarias que aún subsisten por los efectos acumulados de la pandemia y los impactos de estos shocks internacionales que de ser menos que transitorios y que a su vez su efecto no se disipe rápidamente significaría que el problema inflacionario podría subsistir durante el año 2022 y marcar una incertidumbre adicional en el control de la inflación para el año 2023 con los costos que esto significa en un futuro cercano.
Dr. Iván E. Araya Gómez, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción,- |
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