«Si se trata de modificar la jornada de trabajo, el trabajador y el empleador deben tener claridad sobre lo que esperan el uno del otro en términos de ventajas o desventajas asociadas a esa decisión.»
Una de las leyes de Parkinson señala que el trabajo se extiende hasta que ocupa por completo el tiempo destinado para su realización. Eso significa que las personas se tardan más tiempo que el necesario para realizar una tarea y que buscan que la finalización coincida con el plazo otorgado para ella.
Lo más normal, en la actualidad, es tener horarios de trabajo fijos, repartidos en un determinado número de horas diarias. Cuando hablamos de un trabajo flexible, entendemos que se trata de lo contrario, es decir, una repartición de esas horas, en forma distinta. Los horarios de entrada/salida pueden ser acordadas dentro de ciertos límites establecidos o que se pueda trabajar a tiempo parcial, organizando las horas de una forma consensuada entre trabajadores y empleadores o incluso cambiando la base de horas/ semanales por otra unidad de medida.
Si se trata de modificar la jornada de trabajo, el trabajador y el empleador deben tener claridad sobre lo que esperan el uno del otro en términos de ventajas o desventajas asociadas a una decisión de tal tipo. Por el lado de las ventajas, la reducción en el tiempo trabajado puede permitir que los colaboradores sean más productivos en el logro de los objetivos que se les confían, dejando de lado la procrastinación asociada a la ley de Parkinson. De acuerdo a estudios de la Universidad de Stanford, en algunos de los países europeos más productivos, se estaría hablando de un contrato de trabajo de unas veintisiete horas semanales, en promedio.
Por otra parte, un mejor equilibrio entre vida laboral y vida privada con menos stress y mejor bienestar conllevaría menos ausentismo, mejor organización del tiempo familiar, menos problemas de salud física, mejor humor y mayor positividad en la gestión de cuestiones relativas al trabajo. Obviamente, la implementación de jornadas reducidas, tendría impacto en el entorno. Permitiría reducir la huella de carbono ya que no todos los trabajadores estarían obligados a concurrir diariamente a sus lugares de trabajo, consumiendo combustibles o utilizando energía para sus computadores o teléfonos profesionales.También podría tener un impacto positivo en el combate al desempleo ya que podrían incorporarse otros tipos de jornadas laborales para actividades de 24/7.
Por el lado de las desventajas o inconvenientes: el reclutamiento de personal suplementario representaría un alto costo para la organización y tendría que garantizar tratos equitativos y equivalentes a los de la jornada normal.Si las empresas, no contratan personal suplementario, la única solución iría por el lado de comprimir la misma productividad en un número reducido de horas disponibles, lo que podría provocar sobrecarga laboral, ansiedad, stress u otras similares.
El sentido de pertenencia con la empresa o sus equipos de trabajo podría verse afectado y ello tendría incidencia negativa en la cultura empresarial y por ende en el desempeño general.
También podría tener efectos sobre los clientes ya que el mundo de hoy exige una disponibilidad inmediata y reacciones continuas, independientes de las respuestas dentro de las horas de la jornada laboral.
Una vez se le preguntó a un gran empresario chileno respecto de cuánta gente trabajaba en sus empresas y contestó que no lo tenía muy claro, pero que en su nómina figuraban cinco mil quinientos contratados.
Carlos Baquedano Venegas, Facultad Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad de Concepción. Columna opinión de El Sur, Viernes 24 de junio 2022 |
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