Una historia inspiradora
Jorge Bizama: “Hay que dejar los egosistemas y pasar a construir ecosistemas”
Ingeniero comercial de la UdeC fue reconocido como uno de los 100 Jóvenes Líderes 2021, premio que El Mercurio entrega hace 19 años en conjunto con la Universidad Adolfo Ibáñez.
Escrito por Carmen Sandoval
mayo 19, 2022
Fue en 2015 cuando se paró frente al mundo con su título de ingeniero comercial bajo el brazo. Y mientras su madre Clara Gallegos allá en la cercana San Rosendo, seguía con sus costuras en su pequeño taller, Jorge Bizama sentía que había cumplido con llegar a esa primera meta.
A poco andar en su vida universitaria a la que ingresó en 2010 a los 18 años, la idea de apoyar a su mamá lo impulsó a entrar a esta carrera. Recuerda que ella tomaba cursos del Fosis o del gobierno e iba al sicólogo que le hacía encuestas de satisfacción que le molestaban, mientras que el ingeniero comercial era el que le hacia las capacitaciones, así es que le decía que mejor estudiara ingeniería comercial y así mejorarían el negocio familiar.
El primer año en la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UdeC le gustó mucho, pero el segundo, cuando entró al grupo de Responsabilidad Social Universitaria (RSU) lo cautivó. Es que allí vio a gente como su mamá. Trabajó en temas de emprendimiento, después a cargo de un curso de microempresarios y luego como director de RSU.
En 2014, por nexos con la profesora Michelle Tobar que lo recomendó para una práctica en la Incubadora de Negocios, la red que había ido hilando de a poco comenzó a fortalecerse estableciendo lazos con la Vicerrectoría de Innovación y la Incubadora. A esas alturas su camino profesional ya estaba bien definido.
Como le gustaban los temas de responsabilidad social lo invitaron a postular un proyecto; un cowork de la Fundación Social Nuevo Milenio del Arzobispado de Concepción que tenía mucha experiencia social, pero no sabía de innovación.
Investigando sobre emprendimiento social conoce lo que son las Empresas B y justo ese año (2014) se hizo la primera capacitación de multiplicadores de empresas B, que buscaba sensibilizar respecto de esta cultura desconocida hasta entonces. “Ahí tuvo un cupo la profe Michelle porque ella era académica y yo era estudiante, pero por alguna razón ella no pudo viajar y me cedió su lugar”, cuenta. En aquel evento conoció a gente de Santiago y cuando egresó en diciembre se aprobó el proyecto y en enero se hizo cargo de Social B; este centro de emprendimiento e innovación social que entonces era entre la UdeC y la Fundación, pero que desde ahí estuvo solo a cargo de la Fundación con Jorge Bizama a la cabeza.
La transformación
Era 2016, cuando no se conocía mucho de emprendimiento e innovación social que empezó un trabajo fuerte con universidades, con centros, con el gobierno y a generar concursos de emprendimiento, basado en un concepto que iba más allá de la responsabilidad social como se entendía hasta entonces. “La transformación vino tras definir lo que debía ser el core del negocio, es decir, que el modelo de negocio en sí tuviera impacto social y crecimiento económico. Se trataba de buscar ese equilibrio. Que no fuera yo gano 1.000 y dono 5 a RSE, sino que gano 1.000 gracias al impacto social y ambiental que genero”, explica Jorge Bizama (30).
Y eso cambió de tal manera que hoy hay empresas chilenas, las llamadas unicornios que son las que están valorizadas en US$1.000 millones, que nacieron como impacto social. “Ese fue el camino que contribuimos a pavimentar. Hoy la misma incubadora de negocios de la Universidad de Concepción que era una plataforma de innovación tecnológica define que el 80% de su cartera son emprendimientos sociales, pero que aplican tecnologías, resuelven problemas en distintas disciplinas y que apuntan a crecer”, detalla.
– ¿Cómo ves hoy el ambiente para los nuevos emprendedores, los que quieren hacer negocios y aplicar innovación? ¿Tienen los apoyos suficientes?
– Hoy hay una percepción social del emprender de mayor valorización, proyección o desarrollo de vida. De hecho el año pasado la cantidad de estudiantes que postuló a Ingeniería Comercial en esta Universidad fue 12 a 1, versus el cupo de había. Fue la carrera con mayor postulación respecto de los cupos disponibles. Cuando nos preguntamos las razones pensamos que es quizá porque el emprendedor muchas veces está asociado al ingeniero comercial, entonces se esta carrera por la visión de que a futuro los chicos quieran ser emprendedores y ven el emprendimiento como una profesión.
– ¿Y eso es porque las facultades no forman a los jóvenes para el emprendimiento en pregrado?
– Hay algunos programas que lo entregan pero son tangenciales. No están dentro de la malla, pero si están las ganas de emprender. Ahora, yo creo por lo menos para mí, que es recomendable trabajar un tiempo en una empresa antes, para poder entender como funciona una organización. La otra forma toma un poco más de tiempo y recursos.
– Se tiende a pensar que la innovación son cosas super tecnológicas o grandes descubrimientos que permiten dar el salto al siguiente nivel. ¿Pero se puede dar en cualquier ámbito?
– Y hoy es necesaria en muchos ámbitos sobre todo por la crisis climática y humana que vivimos. Cuando yo era chico mi papá decía: “yo vengo a trabajar no vengo a hacer amigos”. Hoy los estudios dicen que hay que fomentar el hacer amigos dentro de la empresa e invertir en celebrar cumpleaños, en actividades de discernimiento y eso es innovación en la medida que impacta en la productividad. La innovación hoy se centra más en el aspecto humano incorporando el factor emocional, de considerar cómo está la otra persona y eso generó una innovación social tremenda porque hace que esa persona se sienta bien, segura en su trabajo y en su entorno familiar, lo que conlleva a una mejor crianza, a un mejor vínculo personal, a una vida más plena.
Un gran privilegio
– ¿Esta Facultad te dio las herramientas para llegar donde estas hoy y para tu desarrollo profesional?
– La mayor ventaja fue poder conocer distintas disciplinas, otras carreras, otras actividades. Y me marcó también en segundo o tercer año cuando fui parte del centro de estudiantes y entrevistamos a la red de exalumnos que dijeron que aquí no interesan tanto las notas, sino las redes, las experiencias, los proyectos y para mí que vengo de San Rosendo, un pueblo chico, con ningún nexo familiar o empresarial eso me caló harto y me empecé a meter en proyectos con la profesora Rosa Aguilera, con la profesora Michelle, y que la misma universidad me ofreciera lugares para ir conociendo y aprendiendo fue clave en el desarrollo al punto de permitirme escoger en qué trabajar, lo que es un gran privilegio.
– ¿La empresa privada contribuye a que el estudiante o el profesional recién egresado pueda emprender?
– Hoy hay una cultura donde hasta un practicante se puede desarrollar más. Ya no está esa lógica de que estaban para servir café, sino para desarrollar proyectos y generar motivaciones. En Social B tuvimos 12 practicantes de esta Facultad a quienes poníamos a cargo de proyectos y los acompañábamos. Algunos emprendieron, otros se fueron a trabajar con otros emprendedores y muchos de ellos con los trabajos que querían. Varios también desarrollando habilidades que quizá aprendían en la carrera, pero que acá llevaban a la práctica. Por eso creo que es fundamental ir haciendo prácticas o aplicando conocimiento.
– ¿Qué significó este reconocimiento como uno de los 100 Líderes Jóvenes de Chile?
– Me sorprendió la llamada cuando pasamos el pre filtro y fue rico el hecho de valorar el trabajo que se ha hecho. Este año hubo 530 postulantes, de esos se escogen 100, pero pensé que como estaba en un cargo gerencial en la Universidad no lo iban a considerar. Fuimos dos a nivel regional y eso plantea el desafío de cómo visibilizamos más el talento local, porque hay muchos otros emprendedores, visionarios o científicos que deberían estar dentro de esos líderes. En ese sentido, lo veo como un punto de partida de empezar a sensibilizar y a conectar más a distintos líderes de acá con Santiago y ser más visibilizados a nivel nacional.
Para Jorge Bizama parte de estos logros son fruto del trabajo colaborativo. “Muchas de las cosas que ahí aparecen reconocidas fueron porque colaboré con otras empresas, con el Estado etc. Para mí fue fundamental tener el menor protagonismo, pero lo comparto y de esa manera creamos impactos más grandes y en eso la colaboración entre empresa, universidades, organizaciones es fundamental. “Hay que dejar los egosistemas y pasar a construir ecosistemas”, sentenció.
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